CAPITULO II
El rey ha muerto,
larga vida al rey
La puerta de madera se rompió violentamente en decenas de
pedazos, los hombres dentro de la descuidada habitación se levantaron
rápidamente y tomaron sus pistolas, unas American tactical de 9mm y apuntaron
directo al pasillo donde yacían los restos de la puerta.
Los 3 hombres estaban congelados… ¿Cómo habían descubierto
ese último escondite? ¿Quién era el hombre que se encontraba detrás de ellos?
Uno de ellos, el más joven, pidió que lo cubrieran mientras avanzaba hacia el
pasillo, con arma en mano y dio unos cuantos pasos mientras atravesaba los
platos desechables en el suelo, los vasos rotos y las colillas de cigarro.
Sus socios no despegaban la vista de la puerta, el sudor
recorría sus frentes mientras parpadeaban constantemente. De seguro era una
banda rival que buscaba apoderarse de su territorio, o eran agentes de
narcóticos que iban tras de su pista, podría tratase de alguna antigua
venganza… los pensamientos volaban por sus mentes, buscando alguna respuesta cuando
la pared detrás de ellos colapso, no tuvieron tiempo de usar sus pistolas de
procedencia turca cuando un gigante atravesó la densa cortina de humo y los
tomo con sus enormes manos por la cabeza, estrellándolos unos contra otros.
El más joven dio vuelta y apunto con su arma a la sombra del
gigante que apenas se podía distinguir.
- ¡Estás muerto maldito tuerto!
Gritaba mientras su arma temblaba tanto que tuvo que
sujetarla con fuerza con la mano izquierda. Nunca había matado a nadie antes,
este solo era un trabajo de vigilancia, se suponía que nadie sabía la ubicación
de la casa de seguridad, se suponía….
-Suelta el arma o te garantizo la peor muerte que puedas
imaginar.
La voz era intimidante, oscura y tenebrosa. El chico pensó
que podría mentir sobre los hechos, sus compañeros quizá estaban muertos, nadie
tenía porque saber la verdad, igual le iban a pagar, incluso se ganaría el
respeto de los grandes jefes al decir que lucho contra el gigante y sobrevivió.
La pequeña arma semiautomática cayó al suelo haciendo un
ruido metálico cuando impactó, el joven alzo los brazos en señal de rendición.
-Maldito cobarde…
Dijo el gigante mientras se abalanzaba sobre él.
-Dijiste, lo dijiste. ¡Dijiste que me perdonarías la vida!
-Nunca dije que no te mataría.
Sagat lo tomo con sus enormes manos y le rompió el cuello
sin mucho esfuerzo.
Las cosas ya no eran como antes. Ahora los más “peligrosos”
dependían excesivamente de armas que les permitían matar a distancia, incluso
por la espalda, eran otros tiempos, ya no había honor entre criminales.
Arrojo el cadáver hacia una alacena hecha de madera antigua
donde cayeron pequeños paquetes, seguramente de alguna clase de droga, pero eso
no le interesaba en absoluto, rondo por la casa de seguridad y buscaba a su
verdadero objetivo.
Sagat se encontraba en Hong Kong para combatir y eliminar a
un sujeto en cuestión. Se decía a si mismo que no tenía nada de malo, no era la
primera vez que mataba a un ser humano. Pero antes era por su propia decisión,
porque había honor en el combate y a veces una muerte digna en el ring era el
premio que obtenían sus oponentes.
Ahora, tal vez, no era tan distinto, lo encontraría,
combatiría contra dos o tres sujetos antes de llegar al objetivo y finalmente
el tigre cazaría a su presa.
Pero ese era el problema, no puedes decirle al tigre lo que
debe cazar.
Ahora el tigre tenía un amo…
Se engañaba a si mismo diciendo que no era su amo, era su
igual, de la misma forma que los otros 2, el boxeador y el torero. Pero en el
fondo de su corazón sabía que el tigre ahora tenía una correa. Y el nombre del
hombre que controlaba esa correa era Bison.
Pasaron otras 3 noches antes de que Sagat alcanzara a su
objetivo a las afueras de Vientián, la capital de Laos.
Era otra casa de seguridad, peor que las otras que Sagat
había desmantelado. Era un triste personaje que gasto más dinero del que podía
generar, que cometió el grave error de agotar recursos de Shadaloo, y que no
tuvo ni siquiera la decencia de luchar por su vida.
Patético.
Una vez realizado el trabajo, Sagat se dirigió de regreso a
la base secreta de Shadaloo, ubicada secretamente en la selva de Veal Veaeng.
Ya entrada la noche decidió descansar dentro del parque Buda,
cerca de la frontera con Tailandia, Sagat meditaba recostado sobre la suave
hierba a la luz de la luna, junto a él, una enorme estatua de Buda recostado
parecía acompañarle en sus pensamientos.
- ¡Shoryuken!
Sagat despertó angustiado al escuchar esa palabra, pero no
había nadie a su alrededor. Era una pesadilla… su peor pesadilla, en un momento
se encontraba en la cima, era más que un rey, era el dios del Muay thai, y ese
maldito japonés le arrebato todo. ¿Qué era ahora? Un rey destronado, un lacayo…
un tigre sin rayas.
-Así que a esto se ha reducido el gran Sagat.
Parecía que no estaba tan solo como creía. Busco rápidamente
con la mirada y finalmente encontró al hombre que lo encaraba.
-El gran emperador del Muay thai reducido a ser un simple
matón.
El hombre salió de las sombras y Sagat pudo ver su cuerpo
delgado pero musculoso, su cabello pelirrojo y levantado por la parte de atrás,
terminando con un curioso copete, encima de su cabello portaba un mongkhon, un
tocado tradicional de lucha Muay thai que se coloca en la cabeza de los
luchadores, parecía un aro con una pequeña vara colgando por detrás, y en cada
bíceps llevaba un pra jiad, una especie de bandas para los brazos.
- ¿A qué has venido Adon? ¿Deseas que te recuerde quien es
el alumno y quien el maestro?
-Perdiste el derecho de llamarte a ti mismo maestro cuando
fuiste derrotado por Ryu.
-No vi que tú lo hicieras mejor.
- ¡Cállate! No solo estaba en juego tu honor, sino el honor
del Muay thai. Defraudaste al arte marcial al que dedicaste tu vida. Y ahora en
lugar de recuperarte eres un esclavo de alguien más.
Sagat se mostró realmente molesto por las palabras de su
antiguo protegido, pero sabía que eran verdad.
-Ya no mereces el título del rey del Muay thai, es tiempo de
un nuevo emperador.
Sagat alzo sus brazos, la lucha era tan inevitable como la
salida del sol y él no quería huir de la batalla, pero ahora había una ligera
molestia en su corazón. Le molestaba que Adon tuviera razón.
Adon salto hacia el con una patada voladora, parecía una
flecha volando directo al corazón de su oponente. Sagat alcanzo a cubrirse y
tomo a su oponente de la pierna, arrojándolo por los aires.
Adon presumió su admirable condición física cayendo con la
agilidad de un gato y contratacando inmediatamente al caer en la hierba.
Ahora fue un certero puñetazo en las costillas del gigante
seguido de un gancho en la quijada, Sagat retrocedió unos pasos, aturdido por
los impactos, Adon aprovecho para impactarlo violentamente con su rodilla.
El castigo no parecía terminar, un golpe seguido de otro que
no le permitían al gigante recuperarse, y es que Adon había aprendido algo más
que los movimientos enseñados por Sagat, aprendió también las debilidades de su
maestro. Y es que a pesar de tener una inmensa fuerza, también era muy lento.
Sagat cayo de rodillas, y Adon cometió el grave error de
creer que el combate ya era suyo.
Se abalanzo hacia su rival con el mismo movimiento que
realizo al principio, la mortífera patada voladora, pero no sabía que su
antiguo maestro contaba con eso… ahora en lugar de atraparlo, Sagat dio un
pequeño salto hacia atrás y contrataco con su letal “rodillazo tigre”. El
impacto le saco el aire a su compatriota tailandés, quien cayó al piso.
Sagat no cometería el mismo error que hizo con Ryu y preparo
su proyectil de energía. Se agacho, cargo sus brazos hacia atrás y lanzo la
poderosa energía. Adon trato de moverse, pero le faltó velocidad. Malherido cayó
cerca de la estatua de Buda. Sagat se preparó para nuevamente lanzar su
proyectil tigre, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano Adon se levantó y corrió
directo a los puños de Sagat, quien al momento arrojo su proyectil. Adon salto
y en el aire realizo un giro mortal, dando una vuelta sobre sí mismo impactando
la cabeza de Sagat con su pie.
El impacto hizo que Sagat cayera de cara sobre el piso mientras
la bola de energía golpeaba la estatua del Buda.
-Levántate Sagat. ¡Vas a pagar por decepcionarme!
El gigante tailandés no tenía otra opción más que continuar
el combate, ya había dado sus mejores movimientos, pero Adon los había
superado. Ahora debía luchar de forma más inteligente, ¿pero lograría
recuperarse a tiempo?
Adon lanzo patadas que Sagat apenas bloqueaba con las
rodillas, era tiempo de contratacar, pero su rival contaba precisamente con
eso. Lo sorprendió con una ráfaga de golpes, intercambiando los puños derechos
con los izquierdos, finalizando con un codazo en la clavícula de su oponente,
el impacto lanzo a Sagat hacia atrás, pero eso no era el final del ataque. Adon
salto hacia él, impactando su rodilla derecha en el cuerpo de Sagat e
inmediatamente su rodilla izquierda lo dejo noqueado al contacto con su rostro.
Sagat cayo inconsciente y Adon, bastante herido, se autoproclamaba
como el nuevo rey del Muay thai.
Sagat despertó al medio día, vio la sangre de Adon en el
pasto, pero no había rastro de él. Se levantó y vio el precio de su batalla: el
hermoso y bien cuidado parque yacía parcialmente destruido, las estatuas se
encontraban rotas. Extrañamente esto parecía molestarle a Sagat, y es que tenía
un gran respeto por la tradición, pero ahora esa tradición estaba destruida, al
igual que él.
Tiempo después se enteraría que su antiguo alumno estuvo una
temporada en el hospital, precisamente por las heridas obtenidas en la batalla,
pero eso era un consuelo innecesario, Adon lo había derrotado.
El gigante regreso a Tailandia, con su ego totalmente
destruido. Medito durante el transcurso del viaje… no solo había sufrido una
humillación pública a manos de Ryu, ahora su alumno le había quitado el título
del “Rey del Muay thai”.
Solo había una forma de recuperar su honor perdido, y esa era
destruyendo completamente al japonés, humillarlo de la misma forma que él lo
humillo. Una vez logrado eso, lo demás sería fácil, recuperaría su título y lo más
importante, su honor.
- ¿Qué te pasa Sagat?
Bison interrumpió su monologo al percatarse de la actitud de
Sagat. La base de Shadaloo estaba oculta en Veal Veaeng, un enorme paraje de
selva ubicada entre la frontera de Camboya y Tailandia.
-Me voy, hay algo que tengo que hacer, después escuchare
sobre tu “poder-psyco”
Sagat era un hombre leal, y cumplía satisfactoriamente cada
misión que Bison le había asignado, a pesar de los recientes… acontecimientos
ocurridos en su vida.
-Está bien, vete, sé que regresaras aún más poderoso de lo
que ya eres.
Sagat ocupaba una posición privilegiada dentro de la
organización criminal conocida como Shadaloo. Una poderosa organización
criminal que se encargaba desde el tráfico de drogas y armas, pasando por la
trata de personas hasta llegar incluso a las armas bioquímicas, además de
controlar la política de pequeños países, así como la eliminación de personas
por el precio adecuado.
Ni siquiera la Interpol tenía claro el alcance total de
Shadaloo.
Sagat no prestaba mucha atención a esto, es más, permanecía
ignorante ante muchos de estos temas, siendo la mayoría simples rumores, como
la creación de Bison de un ejército personal formado por muchachitas, o un
satélite con un rayo mortal. La mayoría de estas historias parecían salidos de
alguna película de espías, por lo que el gigante tailandés dudaba de su
veracidad. Lo que si le importaba eran los recursos que tenía a su disposición,
medios de transporte y la más avanzada tecnología en ordenadores. Sagat uso
estos recursos para investigar el paradero de Ryu. Las computadoras eran
futuristas para la época, 64 Mb de memoria RAM, disco duro de 500 Mb y una
conexión a la naciente red conocida como Internet.
Gracias a estos Sagat descubrió el ultimo paradero
confirmado de Ryu: Echigo, cerca del monte Yahiko, en el país del sol naciente.
El lugar perfecto para su batalla final.
El antiguo rey del muay thai partió de inmediato, ignorando
el hecho de que su investigación era observada muy de cerca por una siniestra
presencia.
-Así que Ryu…
Aprovecharía el bosque Yahiko Jinja para entrenar durante
cada noche pasada en la región, buscando infructuosamente a Ryu. Seguramente
los rumores de su visita a la zona serian escuchados por sus oídos y llegaría al
combate, pero por cada dia que esperaba, Sagat seguía entrenado y practicando
su nuevo movimiento que había desarrollado basándose en el “Shoryuken” del
japonés.
Finalmente paso una semana entera y Sagat se percató que Ryu
había partido de la zona hacía ya mucho tiempo, al parecer no tenía un lugar
que llamara hogar, un verdadero nómada, moviéndose constantemente.
Atravesó el bosque, pasando por las hermosas estructuras con
forma de arcos que estaban por el lugar, cuando sintió una presencia. Giro
rápidamente para ver a una persona oriental, con una postura similar a la de
Ryu e incluso con sus mismas ropas.
Su oponente había llegado por fin.
Se acercó para comenzar el enfrentamiento, pero se detuvo
abruptamente cuando su único ojo por fin pudo distinguir a su oponente.
A pesar de ser similar a Ryu, no era él. Su keikogi era
color rosa y tenía una playera negra debajo, además de una larga cola de
caballo.
-Tu hora ha llegado Sagat.
- ¿Quién eres tú?
Estaba decepcionado porque su oponente no era quien
esperaba, pero si tenía alguna similitud con Ryu en su forma de combatir, quizá
el viaje haya valido la pena.
- ¿Cómo es posible que no me recuerdes? -El hombre parecía
enormemente perturbado. –Tal vez si te arranco tu ojo bueno te acuerdes.
-El hombre que me quito el ojo pago con su propia vida.
- ¡Maldito! El hombre al que asesinaste era mi padre. Y hoy
su muerte será vengada.