Los relámpagos iluminaban la noche mientras el fuerte viento
mecía los pastizales en los alrededores y a lo lejos los relámpagos iluminaban
el cielo nocturno.
Una tormenta estaba por llegar.
Los dos hombres se miraban fijamente, apretaban con fuerza
sus puños y controlaban la respiración mientras se ponían en posición de
combate. Sus respectivos corazones latían con fuerza mientras la adrenalina se
esparcía por su cuerpo.
Los relámpagos volvían a iluminar el campo de batalla. Las
siluetas de los combatientes se tornaban blancas por instantes para
inmediatamente regresar a la oscuridad.
El aroma del petricor llenaba el ozono. El aire comenzaba a
ionizarse. El ambiente se sentía eléctrico. Los dos luchadores se prepararon
para lanzar sus respectivos proyectiles de energía.
El Hadoken y el Tiger shot se encontraron en el aire e
impactaron entre sí, provocando una impresionante explosión de energía.
Ryu aprovecho la confusión causada para saltar encima de
Sagat, quien apenas pudo esquivar el poderoso puñetazo dando un pequeño salto
hacia atrás y preparo una patada que el joven japonés rechazo con una defensa
igual de poderosa: poniendo sus brazos en posición de “x”. Abrió sus brazos
lanzando rápidamente la pierna del tailandés y arremetió contra él con un
codazo al pecho. Sagat dio unos pasos hacia atrás e inmediatamente recibió
nuevamente un impacto en la clavícula con el puño izquierdo de Ryu.
Ahora el guerrero japonés atacaba mucho más violento, más
agresivo que la vez que lo marco, pero había algo raro en él… durante su
combate anterior los golpes eran más poderosos y también más certeros, ¿acaso…?
Sagat se concentró, no era tiempo de pensar, y si había una debilidad que
explotar…
Nuevamente un relámpago ilumino a los oponentes… Sagat
estaba de rodillas mientras Ryu esperaba algún contrataque… y así fue. El
gigante se lanzó hacia Ryu con su “rodillazo tigre” pero este ya tenía una
contramedida lista, dio un salto y giro en el aire dejando su pierna derecha en
una posición de 90 grados con respecto al resto de su cuerpo, era su “patada
huracán” que impacto 3 veces en el cuerpo de Sagat.
Una vez más mordía el suelo. El espectro de la derrota lo
perseguía, pero se negaba a perder nuevamente. Se levantó y limpio la sangre de
su boca, levanto los puños y avanzo lentamente.
El pastizal se doblaba con cada paso que daban, pero ellos
apenas se percataban. Su mente estaba enfocada únicamente en obtener la
victoria. La pausa termino rápidamente, el guerrero tailandés lanzo una
poderosa patada al rostro de Ryu quien puso su brazo a modo de defensa, Sagat
giro media vuelta y volvió a atacar con otra patada, ahora sacando de balance a
Ryu, pero sin causar ningún daño importante. El ataque continuo con un codazo
que impacto el hombro del contrincante, por fin un daño real. Era el momento de
probar su nuevo movimiento que había entrenado arduamente… el soplido del
tigre.
Dio una poderosa zancada, curveo su cuerpo y efectuó el
poderoso puñetazo que lanzo a Ryu por el aire, cayendo con fuerza.
Sagat cayo con gracia al pasto y vio como el japonés luchaba
por ponerse de pie, pero solo conseguía ponerse de rodillas. Algo raro, pensaba
Sagat, porque el combate anterior Ryu aguanto mucho más castigo físico sin
rendirse. ¿Qué estaba ocurriendo? Sagat se percató de esto y no pudo evitar
sentirse un poco molesto. Aparto los pensamientos de su mente y se preparó para
volver a efectuar el “soplido del tigre”, se acercó, pero se dio cuenta que
ahora Ryu estaba preparando su shoryuken. Era una competencia.
Los puños se levantaron en el aire, pero solo uno fue quien
cayo resulto vencedor.
A pesar de su aparente debilidad, el shoryuken de Ryu
prevaleció.
Sagat estaba sorprendido, en verdad este era el más grande
rival que jamás haya combatido, pero había algo mal, se estaba conteniendo y
Sagat lo sabía en el fondo de su corazón. Se levantó y nuevamente embistió a su
rival, quien lo recibió con una patada en la quijada seguido por un fuerte
puñetazo en el estómago.
Los golpes hubieran dado la victoria a Ryu, pero no los
efectuaba con la precisión ni con el poder que caracterizaban al joven
luchador.
Sagat estaba molesto, estaba perdiendo ante un oponente
desconcentrado. Si el anterior combate fue humillante, este era peor.
Los relámpagos volvían a iluminar el cielo.
Sintió como la ira empezaba a cegarlo, y ataco en un
desorganizado ataque, que Ryu aprovecho para propinarle una serie de patadas,
que, a pesar de impactar en el torso del gigante, carecían del poder suficiente
para detenerlo. volvía a sorprenderlo con un puñetazo, pero la ira le permitió
aguantar el castigo el tiempo suficiente para golpear su cráneo con las palmas
de sus manos, como si hubiera dado un poderoso aplauso.
Ryu cayo de rodillas ante el poderoso impacto y Sagat lo
pateo en el rostro. Cayo al suelo y Sagat se aproximó a él, lo levanto
sujetándolo por la cabeza y le dio una tremenda patada que lo lanzo varios
metros lejos de él.
-¡¡Levántate!!
Gritaba desesperado Sagat. Anhelaba este momento desde hace
mucho y no podía creer que hubiera terminado.
Ryu tembloroso se levantó, pero volvió a caer de rodillas.
Era el fin de la pelea.
-Maldito, no me puedes hacer esto.
Ryu no dijo nada, solo le devolvía la mirada. Fue entonces
cuando una poderosa luz ilumino completamente a Sagat.
Era el helicóptero v22 que tenía la puerta posterior
abierta, y en ella estaba postrado Balrog, el boxeador quien le gritaba.
- ¡Sagat, vámonos, Bison nos necesita!
- ¡Lárgate! Tengo asuntos inconclusos aquí.
-Esto es más importante que tus asuntos inútiles. Ha surgido
una situación en Sudamérica.
El luchador tailandés estaba dispuesto a ignorar una orden
directa del mismo Bison, las consecuencias no le importaban en ese momento.
Estaba a punto de consumar su venganza contra…
Miro a Ryu, quien aun estando de rodillas le devolvía la
mirada…
- Condenado seas Sagat, es un maldito código blanco.
Esta no era la venganza que había estado esperando, miro su
la palma de su mano y la llevo directo a su cicatriz. Ryu pudo ver ese gesto…
la batalla aún no había llegado a su fin, pero por el momento, Sagat tenía que
conformarse con una pírrica victoria. Se lanzó directo a las puertas del
helicóptero, junto a Balrog, y rápidamente tomo su asiento, como si se
encontrara solo en el compartimiento de la aeronave.
Sagat medito sin decir una sola palabra durante el
transcurso del viaje.
Sabía que Ryu no había combatido con todas sus fuerzas, no
estaba concentrado. ¿Acaso se estaba burlando de él? ¿No lo consideraba digno
de una revancha? No. Ryu no parecía esa clase de persona… Más bien parecía
preocupado. ¿Qué clase de problema era capaz de amedrentar a un guerrero como
él? De no ser por la llegada de Balrog, lo habría asesinado… habría matado a un
hombre indefenso. ¿Así planeaba recuperar su honor? Al final de cuentas había
obtenido su victoria… pero no era más que una victoria vacía.
Llegaron rápidamente a la base secreta de Shadaloo ubicada
en la reserva ecológica de kaieteur, entre Venezuela y la Guyana. Los
luchadores saltaron cuando el helicóptero apenas se estaba estabilizando en el
aire antes de aterrizar.
La base había sido penetrada.
Los luchadores entraron al interior del complejo oculto
entre las montañas. Era realmente irónico como un lugar tan pacifico, tras
hermoso podía ocultar a uno de los carteles criminales más peligrosos que el
mundo haya conocido. Las puertas automatizadas se abrieron automáticamente
gracias al avanzado sistema de reconocimiento facial, dándoles acceso al gris
emplazamiento, paredes metálicas en su totalidad, lleno de salas en su mayoría
laboratorios a los cuales se podía acceder también por puertas automatizadas y
con enormes ventanales donde se podía monitorear el interior de estos.
En el interior de una de tantas salas había rastros de
lucha, mobiliario destruido, así como rastros de botellas de químicos y
líquidos regados en el suelo. No muy lejos de allí encontraron los cuerpos
inconscientes de un par de chicas en el suelo. Apenas eran unas muchachas y
vestían un uniforme que le parecía extraño a Sagat: un entallado leotardo azul
con rayas verticales y unas pequeñas hombreras, así como un brazalete negro en
el brazo izquierdo. Lo más extraño en el leotardo es que tenía un cuello de
tortuga y una pequeña corbata amarilla. Unas medias de un color azul oscuro,
así como unas gorras que parecían casi iguales a la que usaba Bison, a
excepción de que estas eran completamente azules y no rojas.
Así que el mítico ejercito personal de M. Bison era real.
Muchachas de no más de 17 años listas para cumplir los más oscuros crímenes que
Shadaloo mandara, o más bien, que su amo ordenara.
Pero quien hubiera pasado por esta base tenía que ser
alguien en verdad peligroso para dejar tiradas a este cuerpo militar de elite.
-Las “muñecas” de Bison.
Parecía que Balrog tenía más conocimiento de los turbios
movimientos de Shadaloo de lo que aparentaba.
-Quien sea que haya pasado, si logro hacerle esto al
ejercito personal de Bison… es peligroso.
El boxeador ingreso a las profundidades de la base mientras
el gigante tailandés seguía estupefacto por el recién descubrimiento y
verificaba que las jovencitas estuvieran bien.
Las chicas aun respiraban, por lo que Sagat se dispuso a
seguir a Balrog, pero nunca había estado en esa base, no sabía cómo era su
estructura, avanzo por el metálico pasillo atravesando laboratorio tras
laboratorio, pero no había rastro del boxeador, sentía que estaba dando vueltas
en círculos. Una luz roja encendía repentinamente acompañada de una señal de
alarma, a su lado pasaron corriendo varios científicos de avanzada edad con
largas batas blancas, Sagat sujeto a uno de ellos del brazo.
- ¿Qué ocurre?
-Es la señal de autodestrucción, tenemos menos de 10 minutos
para evacuar.
Pero Sagat no podía irse así nada más, siguió avanzando por
el mismo camino de dónde venían los científicos hasta llegar a la sala de
control que estaba lleno de ordenadores. Entro por la enorme puerta cuando vio
el cuerpo inconsciente del boxeador y a su lado, en la computadora central,
estaba el intruso, un soldado norteamericano. Vestía un pantalón militar verde
y un chaleco militar flak ligero de color amarillo dejando ver su poderosa
musculatura, además de un par de botas oscuras. Su rubia cabellera estaba
peinada de forma extravagante: un gran mechón enfrente y cortado en puntas por
atrás.
El hombre era extrañamente apuesto para ser un supuesto
soldado, y parecía que las gafas que tenía puestas solo eran un accesorio
cosmético. Pero si había derrotado a Balrog era mucho más peligroso de lo que
Sagat pensaba.
El misterioso hombre tecleaba en la computadora, cuando el
gigante tailandés decidió hacerse presente.
-Aléjate de esa consola.
El hombre se giró sorprendido
- ¿Por qué no me atacaste cuando tenías el elemento
sorpresa?
Sagat golpeo la palma de su mano izquierda con su puño
derecho.
-Porque de esa forma no es divertido.
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